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jueves, 22 de abril de 2010
Jacques Saunière, el renombrado curador, avanzaba tambaleándose bajo la bóveda de la Gran Galería del Museo. No debí haber terminado esa damajuana, pensó. Arremetió contra la primera pintura que vio. Tiró del cuadro desesperadamente pero nada paso. Claro, era el cartel con el plano de las salidas de emergencia. Tomando entonces ahora si un Caravaggio, aquel hombre de setenta y seis años jaló de la obra de arte hasta que la arrancó de la pared y se desplomó, cayendo boca arriba con el lienzo encima. Se pregunto como se vería en las cámaras de seguridad, con la pintura de una mujer semidesnuda sobre el. “Si mi perseguidor me mata, al menos zafare de la jubilación estatal”, pensó con algo de alivio.
Tal como había previsto, cerca se oyó el chasquido de una reja de hierro que, al cerrarse, bloqueaba el acceso a la sala. El suelo de madera tembló como si estuviera en Chile. Lejos, se disparó una alarma. “Me habrán robado el stereo del auto?” pensó.
El curador se quedó ahí tendido un momento, jadeando, evaluando la situación. «Todavía estoy vivo.». Era realmente perspicaz. Se dio la vuelta, se desembarazó del lienzo y buscó con la mirada algún sitio donde esconderse. Pensó en disfrazarse de Venus de Milo o de Esclavo de Miguel Ángel, pero se dio cuenta que su perseguidor -aun educado en escuela pública- no seria engañado. “Como harán las estatuas humanas de la calle Florida?”, se dijo.
—No se mueva —dijo una voz muy cerca de él, prácticamente en sus oídos. Miro su audioguía por las dudas pero estaba apagada.
A gatas, el curador se quedó inmóvil y volvió despacio la cabeza. Al otro lado de la reja, la imponente figura de su atacante le miraba por entre los barrotes. Era alto y muy corpulento, con la piel muy pálida, fantasmagórica, y el pelo blanco y escaso. No, no era Carmen Barbieri.
Los iris de los ojos eran rosas y las pupilas, de un rojo oscuro. “No importa, eso se arregla con el PhotoShop”, pensó el curador. El albino sacó una pistola del abrigo y le apuntó con ella entre dos barrotes. “Que necesidad de hacer este personaje albino?”, se pregunto el curador “No es racismo ? Que numero de protección solar necesita ?”
—No debería haber salido corriendo. —Su acento no era fácil de ubicar. Laboulaye ?—. Mejor marcha rápida. Y ahora dígame dónde está.
—Ya se lo he dicho —balbuceó Saunière, de rodillas, indefenso, en el suelo de la galería—. ¡No tengo ni idea de qué me habla!
—Miente. —El hombre lo miró, totalmente inmóvil salvo por el destello de sus extraños ojos—. Usted y sus hermanos tienen algo que no les pertenece. Y esta noche volverá a manos de sus verdaderos custodios. Dígame dónde la ocultan y no le mataré. — “Porque habla como un gallego ?” se pregunto Sauniere. El albino apuntó a la cabeza del curador—. ¿O es un secreto por el que sería capaz de morir?
Saunière no podía respirar. – Disculpe, ya puedo moverme ?, pregunto entre dientes.
El otro hombre inclinó la cabeza, observando el cañón de la pistola. Saunière levantó las manos para protegerse. Ni que llevara puestos los brazaletes de la Mujer Maravilla.
—Aguarde —dijo con dificultad—. Le regalo este cuadro de la Mona Lisa. Ah, no combina con sus muebles? Espere, no me pegue, le diré lo que quiere saber.
Las mentiras que dijo a continuación las había ensayado muchas veces... rezando siempre por no tener que recurrir a ellas. “Nacionalizamos las AFJP para acabar con el negocio de unos pocos. Queremos pagar con reservas para bajar la tasa del 15%. Antonini Wilson nunca estuvo en la Rosada”. No, esas no, idiota, pensó. Y recito los datos erróneos de acuerdo a como había sido entrenado para situaciones como esta.
—Ahora, cuando usted ya no esté, yo seré el único conocedor de la verdad.
La verdad. En un instante, el curador comprendió el horror de la situación. «Luego de mis mentiras, si ahora muero, la verdad se perderá para siempre.».
En voz alta, se atrevió a preguntar:
En voz alta, se atrevió a preguntar:
- Algo más: usted no es Peter Colt, ganador de Wimbledon? Contrajo vitiligo ?
Se oyó un disparo y Saunière sintió el calor abrasador de la bala que se le hundía en el estómago. Cayó de bruces (wayne, lee, springsteen, etc.), luchando contra el dolor. Despacio, se dio la vuelta y miró a su atacante, que seguía al otro lado de la reja y le apuntaba directamente a la cabeza.
El chasquido de un cargador trabado resonó en el pasillo.
Saunière abrió los ojos. El albino contemplaba el arma entre sorprendido y divertido. Acaso no era una pistola argentina comprada en Ecuador ? Se puso a buscar un segundo cargador, pero pareció pensárselo mejor y le dedicó una amplia sonrisa de superioridad a Saunière. “Tienes que sonreir mas” le solían decir. “Acaso tener los dientes blancos no es la única ventaja de ser albino ?” Y seguian: “Has entendido, Copito?“, riendose a carcajadas...
—Lo que tenía que hacer ya lo he hecho.
El curador bajó la vista y se vio el orificio producido por la bala en la tela blanca de la camisa. Estaba enmarcado por un pequeño círculo de sangre, unos centímetros más abajo del esternón. Le parecía casi cruel que el disparo no le hubiera alcanzado el corazón. Sobreviviría quince minutos mientras los ácidos de su estómago se le iban metiendo en la cavidad torácica, envenenándolo despacio. «Ojala me hubiera hecho el by-pass gástrico. Ahora, si solo tuviera una pastilla contra la acidez estomacal”, pensó.
—El dolor es bueno, señor… Ah, el Dr. Cabezón le envía sus respetos —dijo el albino antes de marcharse.
Una vez solo, Jacques Saunière volvió la vista de nuevo hacia la reja metálica. Estaba atrapado, no tenía una torta con una sierra y las puertas no podían volver a abrirse al menos en veinte minutos. Cuando alguien lo encontrara, ya estaría muerto.
«Debo transmitir el secreto». Pensó en las generaciones que lo habían precedido... en la misión que a el (como Patriarca de los Pájaros Bobos del Priorato de Giol) le había sido confiada.
«Una cadena ininterrumpida de saber, aun mas importante que una Muy Interesante o que los artículos sobre genética de Hawkeye ».
Y de pronto, ahora, a pesar de todas las precauciones... a pesar de todas las medidas de seguridad, de ADT, Acero Cali, la ordenanza contra los trapitos y la barra traba-volante... Jacques Saunière era el único eslabón vivo, el único custodio de uno de los mayores secretos jamás guardados. «Debo encontrar alguna manera de...»
Estaba encerrado en la Gran Galería, y sólo había una persona en el mundo a quien podía entregar aquel testigo. Retorciéndose de dolor, hizo acopio de todas sus fuerzas y facultades. La cena le salía por donde había entrado la bala… su Ultima Cena.
Sabía que la desesperada tarea que tenía por delante iba a precisar de todos los segundos que le quedaran de vida. Lentamente, escribió con su sangre en un papel los datos, luego hizo con el papel un sofisticado Origami (un avioncito, bah) y lo introdujo dentro de un antiguo cubo mágico.
Estaba hecho. El Dr. Cabezón no podría resolver las seis caras del cubo. Majul y Bonelli, probablemente ni una sola. Cerró los ojos aliviado.
El número de la cuenta secreta donde estaban los millones de Santa Cruz seguía a salvo.
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2 comments:
Me gusto mas 'Angel o De Monio?'.
Hijo mío
Es verdad que lo miembros de la Obra podemos defender con mucho celo nuestra fe, y en ese afán, cometer algunos excesos, como hicieron los militares argentinos en la guerra contra la subversión marxista, pero pensar que el Opus Dei tiene alguna relación con los K. me parece mucho.
Que dios te bendiga y te guarde, porque si no, te la vamos a mandar a guardar.
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